Vísteme despacio que tengo prisa
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Hay que ver cuantas expresiones populares tienen una relación directa con la efectividad.
Desde el «consúltalo con la almohada» al «vísteme despacio que tengo prisa». Y es que hay muchos refranes populares en los que se ha demostrado que tienen un fundamento científico.
El primero, en mi opinión, tiene mucha relación con la cantidad limitada de decisiones que podemos tomar diariamente, y también con el buen hábito de «enfriar el pensamiento».
Pero hoy quería centrarme en el segundo, en el «vísteme despacio que tengo prisa».
Hace unos días me vi enfrascado en una discusión acerca de si lo que inviertes en definir bien las acciones y organizarlas, tiene un retorno real en tus «outputs». De si en lugar de «tanta parafernalia», no es mejor ir tirando y haciendo según surge… Me argumentaban que, al final, es «lo comido por lo servido» (puestos a mencionar frases populares 😉 ). Que lo que ganas por un lado, lo pierdes por el otro.
Lo entiendo, cuando te lo cuentan por primera vez abruma. Invertir un tiempo en pensar y concretar que tienes que hacer, definirlo y escribirlo bien, y luego organizar un recordatorio para tenerlo a mano. Uf, que pereza, ¿si he llegado hasta aquí, tan mal no lo estaría haciendo, no?
Fíjate que he dicho invertir un tiempo… precisamente «vísteme despacio que tengo prisa». Definir nuestro trabajo también es parte de nuestro trabajo. Invertir en este tipo de trabajo es clave para hacer mejor. Para dejar atrás el hacer por hacer y hacer con sentido.
Esta en tu mano. ¿Te dejas llevar, o decides invertir tiempo en definir tu trabajo?
Photo by Jerry Kiesewetter on Unsplash
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