¿Optimizas o derrochas tu limitada energía mental?
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El verdadero factor limitante para la efectividad de las personas trabajadoras del conocimiento es la energía mental. Estoy seguro de que habrás podido comprobar que en tu día a día hay una serie de tareas que requieren de frescura para poder ejecutarlas. Si no es así, no hace falta ni que lo intentes.
Pero por muy evidente que parezca, o por mucho que te lo hayan contado, pienso que aún existe cierta incredulidad, o quizá desdén, al respecto.
En un curso que impartí recientemente, justamente al hablar de este tema y en plena toma de conciencia, me expresaban su preocupación. Si mi energía mental es limitada, y todo lo que tengo que hacer requiere de altos niveles de esta ¿cómo lo hago?
Es clave pues aprender a gestionar la energía de la que disponemos. De hecho se puede —y se debe— trabajar desde múltiples vertientes.
Y sobre todo, empezar por el principio: procurar disponer de tanta materia prima —energía— como podamos. Cosas como dormir bien, alimentarse adecuadamente, descansar o hacer deporte son imprescindibles para ello.
Es curioso ver cómo tantas personas buscan incesantemente el secreto de la efectividad en herramientas, aplicaciones y metodologías varias, pero se olvidan de lo más básico. Mantener la maquinaria —nuestro cuerpo y cerebro— bien engrasada y en forma.
Bien, pues como paso previo, queda claro. Cuidarnos para disponer de la máxima energía.
A partir de aquí toca gestionarla. Y a mi modo de ver hay dos aspectos a considerar.
El primero de ellos es (1) no malgastarla innecesariamente. Me acuerdo muchas veces de mi época adolescente y de mi Derbi FDS —sigh—. Intentando torpemente «trucarla», sólo conseguía más ruido y más gasto de gasolina. Pues lo mismo con nuestro cerebro. Tener las notificaciones del teléfono activadas, tener en todos los sitios los recordatorios/notificaciones tipo push o estar pendiente siempre del correo electrónico, son sólo unos ejemplos de elementos que disipan tu energía. Seguro que si piensas un poco en ello identificarás muchos más. Te invito pues a ir eliminándolos de tu vida. Y como ya sé lo que estás pensando te digo una cosa: sí, se puede, y no pasa nada.
Continuemos. Ya hemos mejorado nuestra energía disponible y atajado las fugas, ahora solo nos queda (2) utilizarla de manera óptima.
Y esto podemos hacerlo desde muchas vertientes. Por ejemplo, tener identificados en qué momentos disponemos de más energía y conservarlos a buen recaudo para trabajar en las cosas que requieren un mayor esfuerzo intelectual. Todas las personas tenemos momentos en los que nos sentimos más frescos. No los malgastes.
También debes procurar que tu flujo de trabajo te permita aprovechar de la mejor manera toda esta energía. Así por ejemplo, hábitos como el task-switching es un verdadero dispendio, mientras que metodologías como GTD® ya están diseñadas para optimizar el uso de este elemento tan preciado.
En realidad, y volviendo a la duda que se plantean las personas en el curso, creo firmemente que el reto a superar a la hora de ser personas efectivas, no es tanto la carencia de energía mental, sino el desaprovechamiento de esta.
También viene bien, para terminar, recordar una afirmación que leí en Smarter, Faster, Better de Charles Duhigg:
«Los trabajadores que han tenido éxito en esta nueva economía son aquellos que han sabido decidir por sí mismos cómo invertir su tiempo y dónde asignar su energía».
Photo by Julia Raasch on Unsplash
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